LEYENDA DE MORENO CEBADA
Nada se sabe sobre el origen, autor o fecha de la imagen de la Virgen del Saliente. Sólo podemos escuchar leyendas e historias de la tradición popular. Una de ellas es la que relata Moreno Cebada referente a su “compra milagrosa” que tuvo lugar en el año 1865. En los primeros años del Siglo XVIII, Lázaro de Martos Verde el-Pino, era hijo de unos labradores de Albox y estando en su ocupación, que era la de guarda de ganado, en las faldas de la sierra del Saliente, oyó unos cánticos y en ese momento se le aparición la Virgen María y se dice que desde esta aparición guardó silencio pero cambió su ocupación para dedicarse a los estudios eclesiásticos por los cuales llegó a ser beneficiado y cura de la parroquia de Albox. Después de esto e inspirado por la aparición de esta imagen o bien obedeciendo a una orden de ésta quiso hacerse con una imagen de la Virgen que respetara al máximo las características de aquel recuerdo tan nítido que descansaba en su memoria para que así fuera objeto de veneración para los fiele de Albox.
Esta historia cuenta que fueron Lázaro de Martos y Don Roque Tendero Olivares junto con el ayuntamiento de la Villa de Albox los que fueron hasta Granada para hacerse con la deseada imagen. Emprendieron su viaje hasta la ciudad de la Alhambra y pasaron la noche en una posada en Guadix para a la mañana siguiente seguir con su camino. En ésta les visitó un cura al que contaron el motivo de su viaje y éste les dijo que él poseía una imagen de la Virgen y que si les gustaba podían también llegar a un acuerdo.
Cuando vieron la imagen se quedaron embelesados y llegaron a un trato pero el cura les dijo que a la mañana siguiente recogería el dinero, y lo que pasó es que Don Lázaro y Don Roque estuvieron esperándolo para pagarle y volver a Albox pero nadie apareció y nadie en el pueblo sabía de quién hablaban o dónde estaba este lugar, todos afirmaban que allí no había ningún cura ni ninguna posada como la descrita.
LEYENDA DEL MAR (José Diego García Guirao)
Cuenta una leyenda muy antigua que hemos encontrado en un librito que unos amigos muy albojenses nos prestaron para realizar esta pequeña investigación, y también cuenta mi abuela (no os voy a mentir) que ha sido nuestra principal fuente de información que “Hace ya muchos años, cuando en las altas cumbres de la Sierra aún había lobos que aullaban en las largas noches del invierno oscuro, cuando la cabra montés saltaba de picacho en picacho mascando la jarra y la ruda (…) Aquel hombre, por nombre Lázaro (…) Martos, tal era su apellido, era un hombre que había recorrido poco mundo. El viaje más largo había sido a la famosa feria de noviembre de una de las siete villas del Almanzora…”
Pero un día Lázaro sintió la necesidad de viajar hasta el mar, una locura en esa época, que para la gente de la sierra del interior de Almería era como si ahora decimos que nos vamos en burra hasta Barcelona.
Cuentan que este tal Martos mientras pastaba el ganado desde los picos más altos de la Sierra del Saliente, observó “una línea distante y brumosa que las gentes vecinas decían ser el mar”.
Así qué nuestro amigo Lázaro se preparó y se fue por las cárcavas, barrancos y ramblas y -suponemos que con el favorcillo de las gentes que se iba encontrando por el camino- llegó hasta el mar. Cuando llegó se volvió loco con su hermosura, paseó por la orilla, reposó en la fresca arena y fue tal su fascinación que ¡se embarcó!, eso sí, no se sabe quién lo invitó a bordo ni por qué tomó esa decisión pero lo que sí sabemos es que la mar se puso brava, soplaba un viento feroz, aparecieron terribles nubarrones.
La cosa se puso tensa y el barco comenzó a hundirse, todo el mundo ya se dio por vencido y se resignaron dejándose llevar hasta la muerte “y entonces Lázaro, desafiando todas las leyes, soltó sus manos de la frágil tabla (…)se hincó de rodillas sobre el puente y abrió sus brazos suplicantes: ¡Virgen de los desamparados, Ayúdanos!”
Y así, la tormenta cesó y se calmó todo a su alrededor, ni nubes, ni lluvia ni el barco se hundió, cómo si nada hubiera pasado, todo volvió a la normalidad.
“Fue un instante, tan sólo un instante. Décimas de segundo apenas para una contemplación divina, para un éxtasis paradisiaco. Lázaro vió su rostro, aquel rostro dulce, sonrosado, sereno, aquel rostro virgen que ya por siempre habría que llevar impreso en su memoria. Y allí, de rodillas todavía, vidriados aún sus ojos por el llanto, pero ya su corazón henchido por el gozo, prometió a la pequeñica erigirle una ermita con tantas puertas y ventanas como días tiene el año. Erigir una ermita en su tierra, en el cerro más alto”
Pero nuestro Lazarillo volvió a sus tierras, a su ganado, con su perrillo y sus quehaceres, pasaron días, meses, años y se olvidó del milagro que le había otorgado la Virgen del Saliente hasta que un día iba subiendo un cerrillo con sus “bestias” y éstas se pararon en seco. Lázaro, extrañado, se colocó delante de ellas y se quedó “helao” porque pudo ver en las pupilas de los animales la imagen de la Virgen. “Martos recordó su promesa y de rodillas ante un olivo de tronco retorcido, atormentado, lloró luenga y amargamente. Y las ramas del olivo volvieron al cielo el envés claro de sus hojas recordando la tormenta, y la tierra tembló”
Así, nuestro amiguico, que por su mala cabeza tuvo que vender cuanto tenía , guardó las monedas de oro en una bolsa y anduvo un largo caminar en busca de la imagen de la Virgen milagrosa para adquirirla y edificar un santuario conforme a su promesa.
Buscó de pueblo en pueblo, durmió en sitios malolientes, conoció a todo tipo de bandoleros, pasó sed, hambre, fatiga, no le quedaban ganas, su ropa estaba harapienta y había perdido la esperanza, así que entró en una taberna y pidió vino:
- “¿Dónde estoy posadero?
- En Guadix, buen hombre.
Cuentan que en esta taberna se le acercaron dos hombres al triste Lazarillo y le preguntaron que qué le traía por esas tierras. “Ando buscando una imagen y no la encuentro”. – dijo Lázaro. A lo que los dos lugareños le respondieron que ellos vendían imágenes de santos pero que solo les quedaba una.
Colocaron sobre la mesa un paquete y Martos sacó su navaja para abrirlo quedándose perplejo. “Besa los pies de la Virgen que pisan el dragón del patrono que no paga lo justo a los obreros, el dragón de la calumnia y la murmuración…”
Cuando nuestro Lazarillo vuelve en sí y echa mano a su bolsa para pagarles la imagen se da cuenta que ya los hombres no están en la mesa, pregunta por ellos pero nadie sabe de quién les habla, nadie los había visto. Entonces, Lázaro miró de nuevo la imagen y se dio cuenta que los dos ángeles que la sostenían son los mismos que se la vendieron.
Pero la historia sigue… la leyenda cuenta que Martos volvió al Saliente y con el dinero que tenía para la imagen comenzó a construir la ermita pero lo que hacía por la mañana se caía por la noche y esto era porque a nuestro amigo de mala memoria se le olvidó que le prometió a la Virgen que se la construiría en el cerro más alto.
Finalmente cuando comenzó a hacerla en el cerro más alto, lo que construía por la mañana se le duplicaba por la noche. Así que si alguna vez os habéis preguntado cómo pudieron construir todo el Santuario con pocos medios, aquí tenéis la respuesta.
Lázaro murió hace muchos años y quien escribió estas leyendas, Jose Diego García Guirao, pero como bien dice en su librillo, siempre permanecerá el santuario y alguien siempre cantará:
“Olé, olé, La Virgen del Saliente,
La Pequeñica,
que en el cerro más alto,
tiene su ermita”.