Desde el corazón de Albox hasta las costas de Canarias, pasando por Alemania o Cuba, el arte de moldear el barro ha viajado en las manos de Juan Alfonso Fernández, más conocido en su pueblo como “El Puntas”. Su apodo proviene de una antigua tradición: los talleres de alfarería solían instalarse en los extremos de las calles, donde había espacio suficiente para los grandes hornos.
Hombre de raíces profundas en su tierra, Juan ha dedicado su vida a mantener viva una profesión ancestral. Sin embargo, su influencia ha trascendido lo local. Ha impartido talleres en ciudades como Zamora, A Coruña o Albacete, pero es en las Islas Canarias donde su labor ha tenido una acogida especialmente cálida.
Todo comenzó cuando su hijo se trasladó a Lanzarote como docente. Allí conoció al reconocido alfarero Juan Brito, quien dedicaba sus esfuerzos a transmitir la pasión por la artesanía a las nuevas generaciones. Fue el punto de partida para que Juan, durante sus visitas, comenzara a colaborar con escuelas de la isla. Su experiencia y carisma lo llevaron incluso hasta la Escuela de Arte y Diseño de Gran Canaria, donde compartió su saber con alumnos y profesores. “Aunque estoy jubilado y no cobro por estas cosas, siempre tienen el detalle de regalarme una botellita de vino”, comenta con humor.
Tan estrecho es su vínculo con el archipiélago que no dudó en vestirse con el traje típico para participar activamente en las celebraciones del Día de Canarias. “Mi hijo vive allí y mi nieto es canario, así que me siento parte de aquello también”, afirma con orgullo.
Pero el epicentro de su trayectoria sigue siendo Albox, donde su familia ha custodiado durante generaciones un taller que guarda un tesoro: un horno árabe con más de tres siglos de antigüedad, declarado Patrimonio Histórico-Artístico. Hoy es su hermano Luis quien continúa al frente del legado familiar.
“La alfarería es uno de los oficios más antiguos del mundo”, señala Juan. “Antes era una necesidad: hacíamos cántaros, vajilla, tinajas… Ahora esos objetos han dejado de ser esenciales, pero el arte sigue. Si ya no se usan para comer, que sirvan para embellecer. Lo importante es no dejar morir el oficio, porque forma parte de nuestra historia”.
Defensor firme del valor cultural de la artesanía, Juan considera fundamental que las instituciones se impliquen en su preservación. “La palabra artesanía viene de arte y sano. Crear con las manos tiene algo que cura, que conecta. Y eso no lo puede sustituir una pantalla”, reflexiona.
Hoy, su compromiso continúa también a través de la Fundación Juan Brito, nacida tras el fallecimiento del alfarero lanzaroteño. Juan “El Puntas” colabora en las actividades de la entidad, convencido de que sembrar la pasión por la alfarería en los más jóvenes es el camino para que el barro nunca deje de hablar.


